EFEMÉRIDES
En ésta sección podrán encontrar una breve descripción de los acontecimientos importantes para nuestro país, que conmemoramos en nuestra Fundación.
Jorge Alejandro Newbery fue una de las figuras más emblemáticas del desarrollo científico, tecnológico y deportivo de la Argentina a comienzos del siglo XX. Su paso a la inmortalidad, ocurrido el 1º de marzo de 1914, marcó profundamente a la incipiente aviación militar y civil del país, convirtiéndolo en un símbolo de entrega, valentía y progreso.
Nacido en Buenos Aires el 27 de mayo de 1875, Newbery fue ingeniero, oficial del Ejército, científico, deportista y pionero del aire. Desde joven mostró una capacidad excepcional para el estudio y la experimentación. Fue uno de los primeros en volar globos aerostáticos en Sudamérica, y posteriormente se convirtió en un referente indiscutido de la aviación naciente. Su pasión por los cielos lo llevó a batir récords de altitud y distancia, tanto en vuelos con globos como en aeroplanos, lo que lo catapultó al reconocimiento nacional e internacional.
Además de su faceta como aviador, Newbery se destacó como funcionario público, ocupando la dirección general de Alumbrado de la Ciudad de Buenos Aires. Desde ese lugar, implementó innovaciones eléctricas que modernizaron la infraestructura urbana. Pero su mayor legado fue, sin duda, la promoción incansable de la aviación. Fundó el Aero Club Argentino, y desde esa institución impulsó el uso del avión como herramienta estratégica para la defensa y el desarrollo nacional.
Fue también un referente para las Fuerzas Armadas, especialmente para el Ejército Argentino, del cual formó parte como oficial del arma de ingenieros. Desde su rol en la vida militar, propuso la creación de una fuerza aérea autónoma, visión que décadas después se concretaría con el nacimiento de la Fuerza Aérea Argentina. Su ejemplo inspiró a generaciones de pilotos militares, quienes lo consideran hasta el día de hoy como un precursor y mártir de la aviación nacional.
El 1º de marzo de 1914, mientras realizaba un vuelo de entrenamiento en Mendoza con el objetivo de cruzar la Cordillera de los Andes, Newbery sufrió un accidente fatal. Su muerte causó un profundo pesar en la sociedad argentina, que lo despidió como a un verdadero héroe nacional. A modo de homenaje, se bautizó con su nombre al Aeroparque Metropolitano de Buenos Aires, y se instituyó esta fecha como una jornada de reconocimiento a su figura.
La vida de Jorge Newbery representa los más altos valores de servicio, sacrificio, innovación y amor por la patria. Recordarlo es también renovar el compromiso con la superación profesional y el desarrollo tecnológico al servicio de la defensa nacional. Su legado vive en cada vuelo, en cada investigación, en cada acto de valor que impulse a la Nación hacia un futuro soberano y moderno.
El 3 de marzo se recuerda el paso a la inmortalidad del Almirante Guillermo Brown, fundador de la Armada Argentina y prócer naval de incuestionable talla. Su legado permanece vivo en cada buque, en cada ceremonia y en el corazón mismo del pensamiento naval argentino. Su vida fue una epopeya de coraje, visión estratégica y compromiso con la independencia y la soberanía nacional.
Guillermo Brown nació en Irlanda en 1777 y emigró siendo joven al continente americano. Se formó como marino en las flotas mercantes y de guerra de Europa y Estados Unidos, alcanzando una pericia náutica excepcional. Establecido en el Río de la Plata, puso sus habilidades al servicio de las Provincias Unidas en plena lucha por la emancipación del yugo colonial. Fue designado comandante de la incipiente escuadra naval y lideró los primeros combates que aseguraron el control de las aguas fluviales y marítimas para el naciente Estado argentino.
Entre sus campañas más destacadas se cuentan las victorias en el combate de Martín García, Montevideo y la guerra contra el Imperio del Brasil. En cada una de ellas, demostró una comprensión táctica y operativa que le permitió superar en múltiples ocasiones la desventaja numérica y material de sus fuerzas. Fue un conductor ejemplar, firme con la disciplina pero profundamente respetado por sus subordinados.
Brown no solo se distinguió en el campo de batalla. Fue un formador de marinos, un organizador institucional y un hombre íntegro, cuya conducta personal fue siempre acorde a los valores republicanos que defendía. Jamás usó sus triunfos en beneficio propio. Se retiró con humildad y murió en Buenos Aires en 1857, rodeado del respeto de toda la sociedad.
La Armada Argentina lo venera como su máximo héroe, y su nombre está inscrito en la historia de nuestra defensa marítima. Desde los liceos navales hasta los comandos actuales, su ejemplo guía a los hombres y mujeres que juran proteger los intereses nacionales desde el mar.
Para el personal militar, Brown representa la entrega absoluta a la causa nacional, la convicción de que la soberanía no se negocia y la certeza de que la preparación, el liderazgo y el patriotismo son las verdaderas herramientas de victoria. Su vida nos interpela a no ceder nunca ante la adversidad y a mantener siempre el timón firme en defensa de la Patria.
El 2 de abril de 1982 se llevó a cabo el desembarco argentino en las Islas Malvinas, con el objetivo de recuperar el ejercicio de la soberanía sobre el archipiélago, ilegítimamente ocupado por el Reino Unido desde 1833. La acción marcó el inicio de un conflicto bélico que, a lo largo de 74 días, puso a prueba el valor, la entrega y la capacidad del personal militar argentino.
La conmemoración del 2 de abril como Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas tiene un profundo sentido histórico y moral. No se trata solo de recordar un hecho militar, sino de rendir homenaje a los más de 600 compatriotas que entregaron su vida en defensa del suelo patrio, así como a los miles de excombatientes que regresaron con el honor intacto, pero marcados para siempre por la experiencia del combate.
Durante la guerra, participaron hombres y mujeres de las tres fuerzas armadas, así como también personal civil. Jóvenes soldados conscriptos, oficiales, suboficiales y cuadros profesionales enfrentaron condiciones climáticas extremas, limitaciones logísticas y un enemigo poderoso con profesionalismo, disciplina y un profundo amor por la Patria. Combates emblemáticos como los de Monte Longdon, Darwin-Goose Green, Pradera del Ganso, el hundimiento del ARA General Belgrano y la defensa de Puerto Argentino son ejemplos del temple y la capacidad operativa del personal argentino.
La guerra de Malvinas constituye un símbolo de soberanía irrenunciable, trasciende ideologías, generaciones y contextos políticos. Es una causa nacional y regional, reconocida en foros internacionales y sostenida por el derecho y la historia. La presencia colonial británica en las islas, además de ilegítima, es anacrónica, y constituye una herida abierta en el alma del país.
El 2 de abril no es solo un día de duelo. Es un día de afirmación nacional. Es el día en que la Argentina entera reconoce el coraje, la dignidad y la entrega de quienes combatieron en nombre de todos. Para quienes visten el uniforme de la Nación, esta fecha convoca a renovar el juramento de fidelidad a la Bandera y a recordar que, mientras haya memoria y compromiso, la causa Malvinas vivirá por siempre en el corazón del pueblo argentino.
El 1º de mayo de 1982, la Fuerza Aérea Argentina se enfrentó por primera vez en su historia a un conflicto bélico real. Ese día, en el marco de la Guerra de Malvinas, unidades aéreas argentinas entraron en combate directo contra fuerzas británicas en defensa del territorio nacional. Esta jornada, que se recuerda como el “Bautismo de Fuego” de la Fuerza Aérea, es símbolo de valentía, profesionalismo y compromiso con la soberanía.
En aquella jornada, aviones de combate y de apoyo, junto con sus tripulaciones y personal de tierra, pusieron a prueba su entrenamiento, su temple y su capacidad operativa enfrentando a una de las fuerzas militares más modernas del mundo. Fue la demostración tangible del nivel alcanzado por una institución joven —creada formalmente como fuerza armada independiente en 1945— que hasta ese momento no había tenido participación activa en escenarios de guerra.
Los hechos del 1º de mayo marcaron un antes y un después. Desde tempranas horas, la Fuerza Aérea respondió a la ofensiva británica sobre Puerto Argentino, desplegando unidades desde el continente y desde la misma isla. Los diferentes escuadrones cumplieron misiones de intercepción, ataque y reconocimiento en condiciones extremadamente adversas. Los pilotos sortearon sistemas defensivos altamente sofisticados, enfrentaron condiciones meteorológicas difíciles y operaron con limitaciones logísticas considerables.
El primer día de combate dejó en evidencia el valor extraordinario del personal aéreo. Varias aeronaves fueron derribadas y se produjeron las primeras bajas. A pesar de ello, las operaciones continuaron con una determinación inquebrantable durante todo el conflicto, evidenciando el temple del soldado aéreo argentino. El personal de mantenimiento, de radar, de comunicaciones, de sanidad y los servicios de apoyo en las bases también cumplieron roles fundamentales, muchas veces trabajando bajo fuego enemigo.
Este hito no solo representa una gesta heroica en términos tácticos. Simboliza también el compromiso de la Fuerza Aérea con la defensa integral de la Nación, el espíritu de cuerpo y la entrega sin reservas por un objetivo superior: la soberanía. Aquellos pilotos que ofrendaron su vida en vuelo, y los que sobrevivieron a las misiones, representan lo mejor de la institución: disciplina, valor, formación y espíritu de sacrificio.
Desde entonces, el 1º de mayo es una fecha sagrada para la Fuerza Aérea Argentina. Es el día en que se honra a los caídos en combate, se reconoce el esfuerzo del personal de todos los rangos y especialidades, y se renueva el compromiso con la Patria. Para quienes hoy integran la institución, recordar el Bautismo de Fuego no es un mero acto ceremonial: es una reafirmación del espíritu de lucha, de la vocación de servicio y de la obligación permanente de estar listos para defender a la Nación en cualquier circunstancia.
El 2 de mayo de 1982, durante el conflicto del Atlántico Sur, el Crucero ARA “General Belgrano” fue atacado y hundido por el submarino nuclear británico HMS Conqueror fuera de la zona de exclusión declarada por el Reino Unido. Esta acción, que costó la vida de 323 tripulantes argentinos, constituye el hecho más trágico de la Guerra de Malvinas y una de las mayores pérdidas de vidas humanas sufridas por la Armada Argentina en tiempos de guerra.
El ARA General Belgrano era un crucero de gran porte, con más de 180 metros de eslora y artillería de grueso calibre. Había sido incorporado a la Armada Argentina en 1951 y era uno de los buques de guerra más emblemáticos del país. Su dotación estaba conformada por marinos de distintas edades, jerarquías y provincias, que representaban a lo largo y ancho de la Nación. Su sola presencia en aguas del Atlántico Sur durante el conflicto constituía una amenaza potencial para la flota británica.
El hundimiento se produjo mientras el crucero navegaba en una zona donde, en teoría, no había riesgo de ataque, lo que alimentó desde entonces un fuerte debate político y jurídico sobre la legitimidad del accionar británico. El ataque, realizado mediante torpedos guiados, provocó un daño letal que hundió la nave en menos de una hora. Muchos de los tripulantes murieron en la explosión inicial o quedaron atrapados en el casco. El resto debió sobrevivir durante horas en balsas salvavidas, soportando temperaturas extremas y condiciones meteorológicas adversas hasta ser rescatados.
La respuesta del resto de la Armada fue inmediata. Buques y aviones de patrulla marítima participaron en la operación de búsqueda y rescate, logrando salvar a más de 700 marinos. Sin embargo, el número de fallecidos convirtió al hecho en una herida profunda, que marcó para siempre la historia naval argentina.
Desde entonces, cada 2 de mayo se honra a los caídos del General Belgrano como héroes de la Patria. Sus nombres están inscriptos en los memoriales de la Armada, en escuelas, plazas y buques. Pero más allá de los homenajes materiales, lo esencial es el legado de sacrificio, lealtad y valor que dejaron para las generaciones venideras.
El episodio también significó un punto de inflexión en el desarrollo del conflicto, tanto a nivel estratégico como emocional. A partir de ese momento, la operación naval argentina se reconfiguró, y el país entero tomó conciencia de la dimensión real de la guerra.
El 11 de mayo se conmemora el Día del Himno Nacional Argentino, en recuerdo de la fecha en que la Asamblea del Año XIII aprobó como canción patria la obra compuesta por Vicente López y Planes, con música de Blas Parera. Este símbolo nacional, que resuena en actos oficiales, ceremonias castrenses y gestas deportivas, es mucho más que una melodía: representa la voz colectiva de una Nación que lucha por su libertad, su identidad y su soberanía.
El Himno fue aprobado por la Asamblea el 11 de mayo de 1813 en el contexto de un proceso revolucionario todavía en consolidación. Las Provincias Unidas del Río de la Plata, nacidas tras el grito de Mayo de 1810, necesitaban definir su identidad y sus símbolos propios. En este marco, la canción patria surgió como un instrumento de unidad, fervor revolucionario y afirmación de la independencia, incluso antes de su declaración formal en 1816.
La letra original del Himno contenía referencias explícitas a la lucha contra el dominio español y era un llamado a las armas por la libertad de América. Con los años, se consolidó como símbolo de unidad nacional, acompañando hitos clave como las guerras por la independencia, las campañas de los ejércitos libertadores, y también los momentos fundacionales del Estado argentino.
La versión que actualmente se ejecuta fue oficializada en 1900, cuando se decidió conservar únicamente las estrofas que no hacían referencia a enemigos específicos, a fin de mantener una actitud diplomática frente a los países extranjeros. Sin embargo, el espíritu original sigue vivo: cada compás, cada palabra, evoca el coraje de quienes forjaron la independencia y nos recuerda que la Nación se construye día a día con esfuerzo, memoria y lealtad.
Al conmemorar el Día del Himno Nacional Argentino, no solo se celebra una obra musical. Se reafirma un legado histórico, se fortalece la identidad nacional y se reconoce que la libertad y la soberanía deben ser defendidas con vocación, disciplina y patriotismo.
Cada 17 de mayo se celebra el Día de la Armada Argentina en conmemoración del combate naval de Montevideo ocurrido en 1814, cuando la escuadra patriota comandada por el Almirante Guillermo Brown logró una victoria decisiva sobre la flota realista, asegurando el dominio de las aguas del Río de la Plata para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Este acontecimiento marcó el nacimiento efectivo del poder naval nacional y consolidó el papel de la Armada como instrumento estratégico en la defensa de la soberanía.
La victoria del 17 de mayo fue el fruto de una campaña audaz, liderada por un marino de excepcional capacidad táctica, determinación y patriotismo. Guillermo Brown, de origen irlandés, se convirtió en un ícono de la historia naval argentina al enfrentar y derrotar a una fuerza enemiga numéricamente superior y mejor equipada. Con medios limitados, pero con una conducción firme y tripulaciones valientes, logró imponerse al dominio español y aseguró la independencia en el frente marítimo.
El rol de la Armada en aquella etapa fundacional fue decisivo. No solo impidió el abastecimiento de las tropas realistas por vía fluvial, sino que permitió consolidar la autoridad del gobierno patrio sobre los principales puertos del país, abriendo las puertas a un comercio soberano y a una logística segura. Desde entonces, el poder naval se convirtió en una herramienta esencial para garantizar la integridad territorial y proyectar la presencia argentina en el Atlántico Sur y más allá.
A lo largo de su historia, la Armada Argentina ha desarrollado capacidades que combinan la defensa militar con funciones esenciales en tiempos de paz. Ha prestado apoyo logístico en las campañas antárticas, ha asistido a la población civil en catástrofes naturales, ha participado en misiones de paz de Naciones Unidas, y ha sostenido el control de los espacios marítimos nacionales, protegiendo los recursos naturales estratégicos.
El Día de la Armada es también una fecha para honrar a los hombres y mujeres que visten el uniforme naval. Desde los marinos que combaten a bordo de los buques, submarinos y aeronaves, hasta el personal de tierra, de sanidad, técnicos, ingenieros y oficiales de estado mayor, todos constituyen el músculo y el espíritu de una institución que exige vocación, disciplina y un profundo sentido del deber.
Asimismo, esta fecha invita a recordar a los caídos en cumplimiento del servicio, entre ellos a los 323 héroes del ARA General Belgrano, hundido en 1982 durante la Guerra de Malvinas, así como también a la tripulación del submarino ARA San Juan, cuya pérdida conmovió a todo el país.
Para quienes integran la Armada, el 17 de mayo no es solo una fecha histórica: es una reafirmación del compromiso con la defensa de los intereses marítimos de la Nación. Es un día para reflexionar sobre el presente y el futuro del poder naval argentino, sobre su rol en la seguridad y desarrollo del país, y sobre el legado de honor, sacrificio y coraje que comenzó hace más de dos siglos con las velas de Brown flameando al viento de la libertad.
El 18 de mayo se celebra en la Argentina el Día de la Escarapela, uno de los símbolos nacionales más antiguos y queridos por el pueblo. Esta fecha conmemora su aprobación oficial por parte del Primer Triunvirato en 1812, a pedido del general Manuel Belgrano, quien buscaba un emblema distintivo para las tropas patriotas. Desde entonces, la escarapela celeste y blanca ha acompañado cada gesta por la independencia, la libertad y la soberanía nacional.
En tiempos revolucionarios, cuando la identidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata comenzaba a forjarse, la necesidad de símbolos que representaran los ideales emancipadores era urgente. La escarapela surgió como una insignia sencilla, pero poderosa: una cinta bicolor que distinguía al ejército patriota del enemigo realista y que, con el tiempo, se transformaría en signo de pertenencia y orgullo nacional. Su uso se hizo costumbre entre los revolucionarios de Mayo, incluso antes de ser oficializada.
La escarapela ocupa un lugar destacado en la formación cívica de los ciudadanos. Desde temprana edad, los argentinos la reconocen como símbolo de unidad nacional. Cada 18 de mayo, su uso se extiende por escuelas, instituciones públicas, dependencias militares y eventos comunitarios, recordándonos que la Nación se construye todos los días con memoria, compromiso y sentido de pertenencia.
En el plano militar, portar la escarapela implica asumir una responsabilidad histórica: la de estar a la altura del sacrificio de aquellos que lucharon por forjar una patria libre. Cada soldado, marino o aviador que lleva esa insignia sobre el pecho representa la continuidad de una gesta iniciada hace más de dos siglos, en la que se mezclaron coraje, ideales y sangre por una causa justa.
Celebrar el Día de la Escarapela es también una oportunidad para revalorizar los símbolos patrios, a menudo relegados a lo ceremonial. En un mundo cada vez más globalizado, reafirmar la identidad nacional se vuelve una necesidad estratégica. Y la escarapela, en su simpleza, nos recuerda que la grandeza de una Nación no radica solo en su poder material, sino en su cohesión, su historia compartida y el orgullo de quienes la defienden.
El 25 de mayo es una de las fechas más significativas para la Nación Argentina. Ese día, en el año 1810, se produjo en Buenos Aires un acontecimiento político trascendental que dio inicio al proceso de emancipación del dominio colonial español: la conformación del Primer Gobierno Patrio, conocido como la Primera Junta. La Revolución de Mayo marcó el nacimiento del poder político autónomo en el Río de la Plata y sentó las bases de la futura independencia.
El contexto histórico era complejo. España, ocupada por las tropas napoleónicas, había perdido gran parte de su capacidad para gobernar sus colonias. Las ideas de la Ilustración y los ejemplos de otras revoluciones —como la de Estados Unidos y la Francesa— comenzaban a permear entre los criollos ilustrados, comerciantes y militares, que ansiaban un gobierno propio, libre de los intereses metropolitanos.
Durante los días previos al 25 de mayo, una serie de reuniones, presiones políticas y movilizaciones populares tensionaron el escenario porteño. Finalmente, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros fue destituido y reemplazado por una Junta integrada mayormente por criollos. Si bien aún se proclamaba fidelidad al rey Fernando VII, en los hechos comenzaba un proceso revolucionario irreversible.
Desde el punto de vista militar, la Revolución de Mayo marcó un punto de inflexión en la organización de las fuerzas armadas locales. A partir de entonces, comenzó a consolidarse un poder militar propio, subordinado a intereses nacionales. Se organizaron cuerpos armados patriotas que, con el tiempo, se convertirían en el Ejército del Norte, la Armada revolucionaria y las milicias provinciales, protagonistas de las guerras por la independencia en todo el continente.
Para el personal militar, el 25 de mayo tiene una dimensión ética e institucional fundamental. Es la fecha en que se celebra el nacimiento del poder político soberano argentino y, por lo tanto, el origen del mandato constitucional que rige a las Fuerzas Armadas: la defensa de la Nación y sus intereses fundamentales. Es también una oportunidad para reflexionar sobre el rol de los militares como custodios de la soberanía, del orden constitucional y de la integridad territorial.
Cada acto conmemorativo del 25 de mayo evoca no solo el inicio de la revolución, sino también el valor de los hombres y mujeres que pusieron en riesgo su vida, su patrimonio y su futuro por una causa justa. Figuras como Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Mariano Moreno no solo fueron políticos: fueron líderes estratégicos que comprendieron la necesidad de unir la acción política con el poder militar para lograr la emancipación.
Celebrar el Día de la Revolución de Mayo es entonces, para toda la ciudadanía, un acto de reafirmación del camino hacia la libertad y la autodeterminación. Pero para quienes integran las Fuerzas Armadas, es también un recordatorio del deber permanente de servir a la Patria con disciplina, coraje, lealtad y subordinación al mandato popular surgido hace más de dos siglos.
El 29 de mayo se celebra el Día del Ejército Argentino en conmemoración de la creación, en 1810, del primer cuerpo militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tras la Revolución de Mayo. Ese día, la Primera Junta ordenó la formación de un ejército patriota para garantizar la defensa de la nueva autoridad política y sostener los ideales emancipadores frente a las amenazas internas y externas.
La formación del Ejército respondió a una necesidad estratégica urgente: consolidar el poder revolucionario y expandir sus principios a todo el territorio del virreinato. Así nacieron cuerpos como el Regimiento de Infantería N.º 1 “Patricios”, las milicias urbanas de Buenos Aires y los ejércitos de campaña, entre ellos el Ejército del Norte, que libró durísimas batallas en el Alto Perú, y más tarde, el Ejército de los Andes, liderado por el general José de San Martín, cuya gesta libertadora cruzó fronteras y marcó la historia de América.
Desde sus orígenes, el Ejército Argentino fue forjado en el sacrificio, la disciplina, el liderazgo y el patriotismo. A lo largo de su historia, participó en la defensa de la soberanía, en la organización del territorio nacional, en la consolidación de las instituciones republicanas y en numerosas misiones de apoyo a la comunidad, tanto en tiempos de paz como de conflicto. Su presencia ha sido constante en la historia nacional, acompañando al pueblo en momentos clave y enfrentando desafíos con determinación.
Su misión principal es garantizar la defensa terrestre de la Nación, pero también participa en operaciones internacionales de paz, en tareas de ayuda humanitaria, en la protección del medio ambiente y en el apoyo a las provincias ante catástrofes naturales. Su despliegue territorial le permite brindar respuestas rápidas y efectivas ante situaciones de emergencia, siempre en coordinación con otras fuerzas del Estado.
El 29 de mayo es, además, una oportunidad para reconocer a los miles de hombres y mujeres que componen la Fuerza. Soldados voluntarios, suboficiales, oficiales y cuadros de reserva que, en cada rincón del país, sostienen con esfuerzo cotidiano una vocación de servicio que trasciende las armas. Es también una jornada de homenaje a los caídos en cumplimiento del deber, como los soldados de Malvinas, quienes dieron su vida en defensa de la soberanía nacional.
Para quienes integran el Ejército, este día representa un compromiso renovado con la misión institucional: actuar con profesionalismo, integridad y espíritu de cuerpo, al servicio de la Nación y su pueblo. Es un momento para reafirmar la cohesión, el orgullo de pertenencia y la vocación de ser parte de una institución que, desde hace más de dos siglos, es columna vertebral en la defensa del interés nacional.
El 17 de junio se conmemora el Paso a la Inmortalidad del General Don Martín Miguel de Güemes, figura clave en la Guerra de la Independencia Argentina y héroe indiscutido del norte del país. Su liderazgo en la defensa del territorio del Alto Perú, su capacidad para organizar la resistencia popular y su compromiso inquebrantable con la causa revolucionaria lo convierten en uno de los próceres más relevantes de nuestra historia.
Güemes nació en Salta en 1785 y desde joven demostró una inclinación hacia la vida militar. Participó activamente en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, experiencia que forjaría su temple como comandante. Sin embargo, su mayor aporte a la independencia fue en su tierra natal, donde organizó una estrategia de guerra de recursos propios, basada en el conocimiento del terreno, la movilidad y el apoyo de la población local.
A partir de 1815, como gobernador de Salta, implementó una política de defensa integral del norte argentino, clave para frenar el avance de los realistas desde el Alto Perú. Con sus milicias gauchas, conocidas como los “Infernales”, desarrolló una guerra de guerrillas que desarticuló las ofensivas enemigas y protegió la retaguardia del Ejército del Norte y del Ejército de los Andes, facilitando la gesta sanmartiniana.
La estrategia de Güemes fue fundamental para mantener libre el noroeste argentino durante seis años consecutivos, en un contexto de escasez de recursos, traiciones internas y abandono político por parte del poder central. Aun así, supo liderar con determinación y carisma a una población rural que vio en él un referente de justicia, autonomía y lucha por la libertad.
El 17 de junio de 1821, tras ser herido en combate mientras defendía la ciudad de Salta de una invasión realista, Güemes murió en los cerros del norte, sin haber claudicado jamás en su causa. Su muerte no impidió que su ejército continuara la lucha y lograra expulsar definitivamente a las fuerzas enemigas. Su sacrificio selló con sangre la defensa del territorio nacional y dejó un legado de coraje, austeridad y lealtad inquebrantable a la Patria.
Para las Fuerzas Armadas Argentinas, la figura de Martín Miguel de Güemes representa el ideal del soldado-patriota: un líder que, sin recursos formales, organizó una defensa territorial eficaz, comprometió su vida y su hacienda por el bien común y supo combinar la conducción militar con la gestión política. Su figura es ejemplo de mando natural, de vocación de servicio y de amor por la tierra.
El homenaje del 17 de junio no es solo un tributo a su memoria, sino una reafirmación del compromiso con la defensa integral de la Nación. En tiempos de desafíos complejos, su gesta recuerda que el conocimiento del terreno, la articulación con la sociedad y el liderazgo ético siguen siendo pilares esenciales para garantizar la soberanía.
El General Manuel Belgrano, es uno de los próceres más admirados de la historia argentina. Hombre de profunda cultura, abogado y economista, se convirtió en líder revolucionario, general del Ejército y creador de la bandera nacional.
Nacido en Buenos Aires en 1770, Belgrano fue formado en Europa y trajo consigo las ideas ilustradas que marcaron su pensamiento político. En un contexto colonial, promovió la educación femenina, el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, y propició una mirada moderna sobre la economía del Río de la Plata. Sin embargo, su mayor aporte fue su paso a la acción: abandonó una vida cómoda para asumir, sin preparación militar previa, el mando de tropas patriotas durante las guerras de la independencia.
Designado al frente del Ejército del Norte, lideró campañas decisivas en el Alto Perú, enfrentando enormes dificultades logísticas, políticas y humanas. A pesar de no contar con la experiencia de un militar de carrera, mostró un temple admirable en las victorias de Tucumán (1812) y Salta (1813), donde su conducción y sentido estratégico resultaron determinantes para frenar el avance realista. También fue un promotor incansable de la unión americana y del federalismo como principio de organización nacional.
Uno de los actos más emblemáticos de su vida fue la creación de la bandera nacional. El 27 de febrero de 1812, a orillas del río Paraná, en Rosario, enarboló por primera vez la enseña celeste y blanca como símbolo de la independencia que se estaba gestando. Si bien la bandera fue inicialmente cuestionada por el gobierno central, con el tiempo se convirtió en el símbolo máximo de la identidad argentina. Por este motivo, el 20 de junio es también el Día de la Bandera.
La figura de Belgrano destaca por su honestidad, humildad y entrega absoluta a la causa de la libertad. Murió en la pobreza, el 20 de junio de 1820, en medio del caos político. Su última acción fue entregar a su médico el único bien que le quedaba: un reloj de bolsillo. Esta actitud final resume una vida signada por la vocación de servicio, el desprendimiento personal y la entrega a la Patria sin esperar recompensas.
Su ética, su respeto por las tropas, su austeridad y su decisión de asumir riesgos cuando la Nación lo necesitaba, lo convierten en un ejemplo perenne de liderazgo moral y compromiso republicano.
Conmemorar su paso a la inmortalidad no es solo recordar al creador de la bandera. Es honrar a un hombre que entendió la guerra como medio de liberación, y el mando como responsabilidad social. Su vida es una lección de civismo, sacrificio y patriotismo que debe inspirar tanto a civiles como a militares en el cumplimiento de sus deberes con la República.
El 9 de julio de 1816, reunidos en el Congreso de Tucumán, los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata declararon formalmente la independencia respecto del dominio colonial español y de cualquier otra dominación extranjera. Esta decisión no solo ratificó el rumbo revolucionario iniciado en 1810, sino que marcó el nacimiento jurídico de una Nación soberana, libre y autodeterminada.
El contexto de la declaración no fue sencillo. Las guerras de la independencia estaban en pleno desarrollo, las tensiones entre provincias eran notorias, y el escenario internacional era incierto. Sin embargo, a pesar de las diferencias internas, los diputados reunidos en Tucumán entendieron que la legitimidad de sus actos políticos solo podía consolidarse con una afirmación clara de ruptura con el orden colonial. Así, el 9 de julio firmaron el acta que proclamó “la libertad e independencia del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, estableciendo la voluntad inquebrantable de construir una patria libre.
Este acto no fue solo una formalidad diplomática. Fue una declaración de principios y un compromiso colectivo. Declarar la independencia implicó asumir las consecuencias políticas, económicas y militares que conllevaba romper con la Corona española. Significó enfrentar represalias armadas, aislamientos comerciales y el desafío de organizar un Estado nuevo sobre las ruinas del antiguo virreinato.
Las Fuerzas Armadas jugaron un rol clave en garantizar esa independencia. Mientras se firmaba el acta en Tucumán, el Ejército del Norte combatía en las fronteras del Alto Perú y el Ejército de los Andes se preparaba en Mendoza, bajo la conducción del general José de San Martín. Ambos cuerpos armados fueron piezas fundamentales en la defensa del proceso emancipador. La independencia no se habría sostenido sin su valentía, disciplina y sacrificio.
Para el personal militar, el 9 de julio representa uno de los fundamentos de su misión institucional. La defensa de la soberanía nacional, la integridad territorial y el orden constitucional tienen su raíz en esa decisión de 1816. Recordar esa fecha es también asumir el compromiso de preservar los valores por los que se luchó entonces: libertad, justicia, igualdad y autodeterminación de los pueblos.
Cada año, el Día de la Independencia convoca a renovar el pacto fundacional entre la ciudadanía y sus instituciones. En los cuarteles, en las escuelas, en las calles, ondea la bandera nacional como símbolo de aquel acto de coraje colectivo. Para los hombres y mujeres de uniforme, es una ocasión solemne para reflexionar sobre el legado recibido y el deber de mantener viva la causa por la cual tantos patriotas entregaron su vida.
La independencia no es un hecho acabado, sino una tarea permanente. Requiere defensa, educación, desarrollo, justicia y unidad. En ese sentido, el recuerdo del 9 de julio nos interpela no solo como homenaje al pasado, sino como responsabilidad hacia el futuro: el de una Nación libre, soberana y en paz, sostenida sobre la memoria de sus héroes y el esfuerzo de su pueblo.
El 10 de agosto se celebra el Día de la Fuerza Aérea Argentina, en conmemoración al nacimiento institucional de esta rama de las Fuerzas Armadas, ocurrida en 1945, cuando por decreto presidencial se estableció la autonomía de la aviación militar respecto del Ejército, creando así una fuerza independiente con su propia estructura, doctrina y comando.
No obstante, la historia de la aviación militar argentina se remonta a mucho antes. Ya en 1912 se había fundado la Escuela de Aviación Militar, una de las primeras de América Latina, ubicada en El Palomar y luego trasladada a Córdoba. Desde entonces, nuestro país demostró una temprana vocación por desarrollar una fuerza aérea capaz de integrar el poder militar con el avance tecnológico. Figuras pioneras como Jorge Newbery, Teodoro Fels y Pedro Zanni marcaron el inicio de una tradición que combina audacia, preparación técnica y compromiso con la defensa nacional.
La consolidación de la Fuerza Aérea como institución autónoma fue un paso estratégico para el país. Permitió el diseño de una doctrina propia, la creación de bases aéreas distribuidas a lo largo del territorio nacional, la formación profesional de su personal y la adquisición de capacidades cada vez más complejas. Su rol excede lo estrictamente militar: participa en la vigilancia del espacio aéreo, en tareas de transporte logístico, asistencia humanitaria, misiones científicas en la Antártida y apoyo a la comunidad ante emergencias.
A lo largo de su historia, la Fuerza Aérea ha demostrado una enorme capacidad de adaptación tecnológica. Supo desarrollar industria aeronáutica nacional, como lo muestran los logros de la Fábrica Argentina de Aviones, y formó generaciones de pilotos, ingenieros y técnicos altamente capacitados. Su participación en el Conflicto del Atlántico Sur en 1982 fue especialmente destacada: a pesar de la asimetría de medios, sus pilotos protagonizaron misiones de altísimo riesgo con valentía y profesionalismo, logrando impactos significativos sobre la flota enemiga y ganándose el reconocimiento internacional.
El 10 de agosto es, entonces, una fecha de orgullo institucional, pero también de reflexión sobre el presente y el futuro de la Fuerza. En un mundo donde el dominio del espacio aéreo y aeroespacial es cada vez más estratégico, el desarrollo de capacidades autónomas y el fortalecimiento de la soberanía tecnológica son desafíos prioritarios. La Fuerza Aérea Argentina, con su espíritu innovador y su profesionalismo constante, continúa cumpliendo un rol vital en la defensa integral de la Nación.
Para el personal militar, esta fecha representa el compromiso permanente con el entrenamiento, la excelencia operativa, la ética profesional y el servicio a la Patria. Es también un homenaje a los caídos en acto de servicio y a todo el personal que día a día sostienen el funcionamiento de esta Fuerza esencial.
Celebrar el Día de la Fuerza Aérea Argentina es honrar una historia de más de un siglo de vuelo, sacrificio y lealtad. Es renovar el vínculo entre la Fuerza y el pueblo argentino, con la vista puesta siempre en el cielo, pero con los pies firmemente anclados en el servicio a la Nación.
El 17 de agosto se conmemora el Paso a la Inmortalidad del General Don José de San Martín, Padre de la Patria y uno de los más grandes estrategas militares de América. Su legado es un pilar fundamental de la identidad nacional y de los valores sobre los que se cimientan las Fuerzas Armadas argentinas: vocación de servicio, liderazgo, honestidad, y compromiso inquebrantable con la libertad de los pueblos.
Nacido en Yapeyú en 1778, San Martín inició su carrera militar en España. Con una sólida formación táctica y estratégica, regresó a su tierra natal en 1812, impulsado por la causa de la emancipación americana. Rápidamente se integró al movimiento revolucionario y asumió la conducción del Regimiento de Granaderos a Caballo, cuerpo que sería símbolo de disciplina, coraje y eficacia en combate.
Su genio militar alcanzó su máxima expresión en la organización del Ejército de los Andes, una de las gestas más extraordinarias de la historia universal. Con un minucioso trabajo logístico, administrativo y de conducción, logró cruzar la cordillera en 1817 con más de 5.000 hombres y liberar Chile del dominio realista, en una campaña impecable. Posteriormente, dirigió la Expedición Libertadora al Perú, consolidando la independencia de ese país y estableciendo las bases para una América libre y unida.
Más allá de su dimensión militar, San Martín fue un hombre de principios firmes. Rechazó cargos y honores, renunció al poder cuando su permanencia podía provocar divisiones, y eligió el exilio antes que ser partícipe de luchas que amenazaban la causa emancipadora. Murió en Boulogne-sur-Mer, Francia, el 17 de agosto de 1850, lejos de la tierra que había liberado, pero con el reconocimiento eterno del pueblo argentino.
Para la institución militar, San Martín representa el arquetipo del conductor estratégico, visionario y austero. Su liderazgo no se impuso por la fuerza, sino por el ejemplo. Supo formar hombres y conducirlos con respeto y claridad de objetivos. Enseñó que la grandeza de un ejército no reside solo en su poder de fuego, sino en su moral, en su instrucción y en la causa justa que defiende.
El General San Martín nos dejó máximas morales, principios éticos y una visión geopolítica que aún hoy tienen vigencia. Su convicción de que “la guerra se hace con hombres y no con dinero” habla de la centralidad del factor humano en la defensa nacional. Su vida fue una lección de servicio desinteresado y de profundo amor por la libertad.
Honrar su memoria es mantener vivo ese ideal. Es recordar que, como él lo hizo, las Fuerzas Armadas deben estar siempre al servicio del pueblo, la Constitución y la soberanía. San Martín no fue solo un libertador: fue un ejemplo eterno de grandeza, humildad y patriotismo.
El 03 de septiembre se conmemora el aniversario de la creación de la Fundación de Apoyo al Sistema Administrativo del Instituto de Ayuda Financiera para Pago de Retiros y Pensiones Militares. Se trata de una entidad sin fines de lucro creada en el año 1992, que tiene por objeto constituir un medio de apoyo a todos los servicios administrativos que presta el Instituto a través del aporte voluntario de sus beneficiarios.
Su labor está orientada, esencialmente, a mejorar y optimizar la gestión en las áreas de atención al público, personal, sanidad, bienestar, logística, sistemas y educación con la finalidad de mantener un servicio previsional de avanzada.
Simultáneamente a las tareas que contribuyen al funcionamiento del Instituto, tanto en su Sede Central como en las Delegaciones distribuidas en el país, se brinda apoyo a través de convenios específicos a las áreas de Sanidad de las Fuerzas Armadas, mediante la adquisición de equipamiento y suministros médicos que permiten mejorar los servicios que se prestan en sus respectivos establecimientos de salud, donde se atiende al personal militar en actividad, en situación de retiro y sus respectivas familias.
El 20 de noviembre se conmemora el Día de la Soberanía Nacional, en recuerdo de la batalla de la Vuelta de Obligado, ocurrida en 1845 a orillas del río Paraná, cuando las fuerzas de la Confederación Argentina, bajo el liderazgo de Juan Manuel de Rosas y la conducción militar de Lucio Norberto Mansilla, enfrentaron con coraje a la escuadra anglo-francesa que pretendía ingresar por la fuerza al interior del país para controlar el comercio y vulnerar la autoridad nacional.
El conflicto se inscribía en un contexto de creciente presión imperialista sobre América Latina. Las potencias europeas buscaban imponer la libre navegación de los ríos interiores, lo que en la práctica significaba la pérdida de soberanía territorial y económica de los estados sudamericanos. Frente a ello, el gobierno de Buenos Aires, que en ese momento representaba a la Confederación, adoptó una postura firme en defensa del interés nacional.
La Vuelta de Obligado fue un combate desigual. Las fuerzas argentinas, formadas en su mayoría por milicianos y soldados mal equipados, tendieron cadenas de costa a costa para impedir el paso de las poderosas naves extranjeras, armadas con la tecnología naval más avanzada de la época. Durante horas resistieron el bombardeo y el avance enemigo, infligiendo daños considerables y dejando en claro que la soberanía del país no se cedería sin lucha.
Aunque la batalla terminó con la ruptura de las cadenas y el avance momentáneo de la flota anglo-francesa, su significado político fue trascendental. La resistencia argentina, unida al rechazo popular y a la imposibilidad de consolidar sus intereses comerciales sin enfrentar una guerra costosa y prolongada, llevó a las potencias a negociar. Poco después, ambos países reconocieron la soberanía argentina sobre los ríos interiores, marcando un hito en la defensa de la autodeterminación nacional.
El 20 de noviembre simboliza el valor del sacrificio en defensa de los intereses soberanos y la voluntad de resistir incluso en condiciones desfavorables. Para las Fuerzas Armadas, esta fecha reafirma su compromiso con la misión constitucional de proteger la independencia, integridad territorial y autodeterminación de la Nación.
Más allá del hecho militar, la Vuelta de Obligado encarna un principio rector de la historia argentina: el derecho irrenunciable de decidir libremente sobre su territorio, sus recursos y su destino. Esa causa sigue vigente en cada esfuerzo por defender los intereses nacionales frente a presiones externas o internas que amenacen el bienestar común.
La Navidad es una de las festividades más importantes para los católicos, ya que conmemora el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se hizo hombre para salvarnos. Es un tiempo de alegría, reflexión y celebración, donde se renueva la fe en Dios y se fortalecen los lazos familiares y comunitarios.
El significado central de la Navidad para los católicos es la encarnación de Jesucristo. El nacimiento de Jesús en Belén, según los Evangelios, es la manifestación de Dios en la tierra, una muestra de su amor y cercanía a la humanidad. Los católicos celebran que Dios, siendo infinito y eterno, se hizo finito y temporal para compartir la experiencia humana y ofrecer la salvación.
La Navidad también es un tiempo para reflexionar sobre la importancia del amor, la humildad y la generosidad. Los católicos ven en el nacimiento de Jesús en un pesebre, en un lugar humilde, un mensaje de humildad y amor por los más necesitados. Es un llamado a compartir con los demás, especialmente con aquellos que sufren, y a practicar la caridad y el perdón.
La celebración de la Navidad incluye diversas tradiciones, como la misa de Nochebuena, el pesebre, el árbol de Navidad, las luces y las guirnaldas. Estas tradiciones son formas de expresar la alegría y el gozo por el nacimiento de Jesús y de recordar el mensaje de esperanza y paz que él trajo al mundo.